domingo, 6 de octubre de 2013

Si reíste por amor, llorar por él es irremediable.

Love is a many splendoured thing, love lifts us up where we belong. All you need is love. 

- Hazme caso, no te acostumbres a nada ni a nadie y no dolerá. No esperes nada de nadie y no dolerá. Ama, nena, e irremediablemente dolerá.
+ Menudo cobarde. Mira, esto es igual que cuando diagnosticaron cáncer a mi padre. Era irremediable su muerte, ¿y?. Yo aún así mantuve hasta el final la esperanza de conservarlo conmigo para siempre. Los humanos nos aferramos a lo que amamos, porque es lo que nos mantiene vivos, hace que nos sintamos a salvo. Duele más concienciarnos de que terminará por rompernos que armarnos de valor y acabar con el corazón hecho añicos. No sé, será por eso de que te queda el consuelo de que lo intentaste. Lo sé, si amo, duele. Pero es que tío.., no ames y dolerá aún más. Te lo aseguro.


Le dio un rápido beso en la mejilla y salió de la cama mientras se ponía la falda.
Acababan de hacer el amor y él aún no lo sabía.


domingo, 26 de mayo de 2013

basura en la que nacen flores


¿Sabes? Me he dado cuenta de que no se va. Ni aunque intente ignorarlo. No se va.
Si, sabes a qué me refiero.




A ese olor, al tuyo, al nuestro. Esa fragancia me persigue hasta en mis pesadillas. Y de hecho,  eso hace que las persecuciones y matanzas que crea mi subconsciente se parezcan a los dulces sueños que antes me deseabas.  Antes de que te fueras. Porque tú si. Tú si te has ido.  Aunque intente ignorarlo. Te has ido.
¿Por qué no vuelves y te la llevas contigo? Llévate esa mezcla ardiente de felicidad, maldita pasión, pétalos de flor en primavera, llamas de fuego en cualquier invierno, sonrisa en un velatorio, manos deslizantes en mi cintura, besos debajo de la ropa, cerveza, chocolate y regaliz. Llévatela contigo.  Vuelve y llévatela adonde quiera que te vayas… Vuelve y llévatela. Vuelve. Vuelve. Vue… Bueno no, mejor, vuelve y llévanos. Llévanos contigo. Llévanos contigo adonde quiera que vayas.




Elige, pero elige ya.


Podría soportar estar sin ti. Puedo soportarlo. Pero me niego en rotundo a no tenerte y encima poseer la custodia de este amago de calor. Podría soportar estar sola. Puedo soportarlo. Pero me niego en rotundo a éste “sin ti y con tu olor”. 

jueves, 4 de abril de 2013

"Y ahora tendré que salir a buscarme alguien que me arranque de cuajo la pena. De alguna manera tendré que olvidarte..."

"¿Por qué hacemos todo lo posible para decepcionarnos? ¿Por qué se nos ocurre creer que otra persona dará por nosotros lo mismo que daríamos nosotros por ella? ¿Por qué mientras más lo intentas, al final, siempre lo acabas arruinando todo aún más? ¿Por qué andamos buscando esa piedra con la que tropezar una y otra vez?
Porque, es cierto, lo hacemos... porque tenemos esa pizca masoquista en nuestro interior que nos hace enfrentarnos con el enemigo incluso antes de que hayan cicatrizado las heridas anteriores. Una y otra vez. Una y otra vez... Hasta que la piedra se pone seria y te dice que pares, que está cansada de hacerte daño. Y entonces todo se vuelve absurdo: prefieres que te mate a que se vaya a matar a otra. Te das cuenta de que lo que más duele es el olvido -cuando te arranca un pedacito de tu corazón y también de tu alma y ni se acuerda de tu nombre- que las heridas las curan las sonrisas y los besos de después, que eres capaz de aguantar mucho más. 
Pero nada. La piedra recogió sus cosas y se marchó por donde vino. -¡Ahí te quedas!- me dijo. Y lo único que salió de mis labios fue un "vale" que se deshizo justo cuando cerró la puerta de un portazo.

Lo duro es aprender que estar triste no significa llorar. Cuando estás tan triste y crees que nada podrá sacarte de esa oscura realidad en la que tú misma te has sumido, llorar te parece una burla. Llorar en esos casos es un insulto a la tristeza. Cuando te quitan la esperanza que te quedaba no te sale llorar, ni reír de manera nerviosa, ni enfadarte, ni... ni mostrar cualquiera de los sentimientos. Te sientas en la cama mirando al infinito. Sólo eso. Ni si quiera estoy segura de si piensas en algo. Lo digo porque llevo aquí cinco horas y sólo puedo confirmar que siento una angustia en el pecho. Algo que me comprime y que me hace difícil hasta respirar. Y no sé qué es exactamente. Y no quiero saberlo. 
Sólo quiero que se vaya. Quiero que se vaya tan rápido como... como te fuiste tú. "

Al terminar la carta, mientras escribía el punto y final, Amanda pensó en Mario. Le pareció lo más egoísta que había hecho en mucho tiempo pero  sabía que necesitaba arriesgar para ser feliz, aunque ello implicara hacer daño a su mejor amigo... Oh, mierda. Ahora comprendía como había tantísimos hijos de puta sueltos: desamor.

lunes, 28 de enero de 2013

Estaba jodidamente loca pero era libre.


Rebuscó en su bolsillo nerviosa hasta que consiguió encontrar el mechero.  Se encendió un cigarrillo y no aguantó más.
Es difícil contener las lágrimas cuando se te desborda el alma. Es difícil no mirar ilusamente al cielo en busca de respuestas. ¿Por qué siempre pasa algo que lo arruina todo? ¿Es que no nos merecemos la felicidad? ¿Por qué elegimos siempre la opción incorrecta?
Mierda.
Hay días que decides buscar el lado bueno de las cosas. Comienzas a creer que todo pasa por alguna razón. Pero, mierda, hay otros que todo lo que ven tus ojos es una cueva de cuatro paredes que te engulle. Odiar tu pasado y algunas de tus decisiones es parte del ciclo- eso dicen.

Estaba en la azotea mirando el cielo. Le causaba fascinación y, a la vez, le hacía parecer una idiota. Con los ojos ahogados no podía distinguir las estrellas. Y mejor, porque eran deprimentes. Las estrellas eran personas que habían muerto y las cuales tenían para sus seres queridos eso... forma de astro. No sabía a quién se le había ocurrido esa pésima idea; ya no podía mirar hacia arriba sonriendo.
 Y claro, luego estaba la luna. La luna llena. Estaba allí como una de esas bailarinas con demasiada confianza en si misma, esas de lunar encima del labio y sonrisa de infarto. Esas de piernas kilométricas pero... esas de las malas, de las cabronas que se hacen respetar. Y allí estaba, mirándola como diciendo: "Yo sólo salgo por las noches y a mi no me llaman puta".
Entendió que ese fue su problema. Ser de las que bebe cerveza del botellín. De las de pelo enredado y risa fácil, pero de lágrima aún más. De las que se cree cualquier cosa si se la dicen sonteniéndole la mirada. De las que perdona. De las que entiende que ese es su puto problema y de que quiere vivir más de noche que de día. Una de esas que le importa una mierda que la llamen puta si ese es el precio que tiene que pagar por ser, simplemente, libre.

lunes, 14 de enero de 2013

No debía de quererte y, sin embargo, te quiero.

A veces nos creemos con la capacidad de cambiar mundos ajenos. Más que mundos, vidas.  Más que vidas, sentimientos, opiniones e, incluso, principios. Pero nadie ha demostrado aún que estemos en lo cierto.  Y, de hecho, creo que no lo estamos, no somos nosotros intencionadamente sino las circunstancias y cúmulo de situaciones las que cambian a los demás, las que nos cambian... así que supongo que tú fuiste una especie de extraterrestre. Alguien (o simplemente algo) de otro planeta. Llegar y cambiar radicalmente un mundo, una vida, unos sentimientos y unas cuantas opiniones y principios, no te hace un ser humano corriente.  (El amor cómo de ciegos nos deja, ¿eh?) Pensándolo mucho y teniendo en cuenta que estas oportunidades (las del amor) sólo se presentan cada dos billones de años en mi caso (billón arriba, billón abajo), ¿cómo podría no querer tenerte para siempre?. Explícame cómo podría yo ser capaz, ni si quiera intentarlo, de no verte cada día. De no oírte a todas horas. De no amarte y siempre desearte. De no añorarte e imaginarte si no estás. De no besarte la sonrisa. De no dormir sin soñar tu voz. Explícame, por favor. Explícame cómo podría ser yo capaz, ni si quiera intentarlo, de no maldecir al destino. De no culparte a ti de todo. De no intentar olvidarte si es que no puedo tenerte. De no quererte aunque tu ya ni nos recuerdes. De no seguir escribiéndote como si fueras a leerme. 
De no tener fe, que me dijeron, es lo último que se pierde.