jueves, 4 de abril de 2013

"Y ahora tendré que salir a buscarme alguien que me arranque de cuajo la pena. De alguna manera tendré que olvidarte..."

"¿Por qué hacemos todo lo posible para decepcionarnos? ¿Por qué se nos ocurre creer que otra persona dará por nosotros lo mismo que daríamos nosotros por ella? ¿Por qué mientras más lo intentas, al final, siempre lo acabas arruinando todo aún más? ¿Por qué andamos buscando esa piedra con la que tropezar una y otra vez?
Porque, es cierto, lo hacemos... porque tenemos esa pizca masoquista en nuestro interior que nos hace enfrentarnos con el enemigo incluso antes de que hayan cicatrizado las heridas anteriores. Una y otra vez. Una y otra vez... Hasta que la piedra se pone seria y te dice que pares, que está cansada de hacerte daño. Y entonces todo se vuelve absurdo: prefieres que te mate a que se vaya a matar a otra. Te das cuenta de que lo que más duele es el olvido -cuando te arranca un pedacito de tu corazón y también de tu alma y ni se acuerda de tu nombre- que las heridas las curan las sonrisas y los besos de después, que eres capaz de aguantar mucho más. 
Pero nada. La piedra recogió sus cosas y se marchó por donde vino. -¡Ahí te quedas!- me dijo. Y lo único que salió de mis labios fue un "vale" que se deshizo justo cuando cerró la puerta de un portazo.

Lo duro es aprender que estar triste no significa llorar. Cuando estás tan triste y crees que nada podrá sacarte de esa oscura realidad en la que tú misma te has sumido, llorar te parece una burla. Llorar en esos casos es un insulto a la tristeza. Cuando te quitan la esperanza que te quedaba no te sale llorar, ni reír de manera nerviosa, ni enfadarte, ni... ni mostrar cualquiera de los sentimientos. Te sientas en la cama mirando al infinito. Sólo eso. Ni si quiera estoy segura de si piensas en algo. Lo digo porque llevo aquí cinco horas y sólo puedo confirmar que siento una angustia en el pecho. Algo que me comprime y que me hace difícil hasta respirar. Y no sé qué es exactamente. Y no quiero saberlo. 
Sólo quiero que se vaya. Quiero que se vaya tan rápido como... como te fuiste tú. "

Al terminar la carta, mientras escribía el punto y final, Amanda pensó en Mario. Le pareció lo más egoísta que había hecho en mucho tiempo pero  sabía que necesitaba arriesgar para ser feliz, aunque ello implicara hacer daño a su mejor amigo... Oh, mierda. Ahora comprendía como había tantísimos hijos de puta sueltos: desamor.

2 comentarios:

Someone fearless. dijo...

Yo, te amo, simplemente.
Es un gran problema estar ciega y no ver la piedra, pero aún peor es verla y hacerte la ciega.

Claudia Tubilla dijo...

Increible,,