martes, 12 de octubre de 2010

El mundo se reduce a luces cuando lo ves a través de la abertura del techo de una limusina a 200 km/h.

Estornudo por segunda vez y soy el centro de atención.
Visto diferente, extravagante para la ocasión, y soy el centro de toda la atención. Toda menos de la que busco... aunque no la busque precisamente con mis estornudos ni vistiendo de esa manera, a la que aún no me llego a acostumbrar.
Se acaba el día, empieza uno nuevo. No paro, ni si quiera para darme una ducha bien fría o caliente si fuese contigo -que es lo que más me apetece en este momento-. Sigo rompiendo la noche y el día y hasta los esquemas. Sigo rompiendo esperanzas, sigo rompiendo vasos de cristal. Sigo aguantando las ganas de verte, sigo haciéndome la fuerte y a veces la frágil, la que se rompe con sólo aguantarle la mirada. Sigo descojonandome de la vida, de las palabras que corren sin sentido por estas calles. Sigo siendo yo y nadie más. Sigo bebiéndome hasta tu respiración. Sigo alborotando mis ideas, mis razones y mis arrebatos en este corazón coraje. Sigo soñando con ese día, y lo hago más despierta que dormida.
 Me han dicho tus lejanos quejidos que tendré que seguir esperando(te).
                                          Y el acelerar de mi pulso contestó que si lo haría antes de yo poder remediarlo.

2 comentarios:

Étoile dijo...

El amor es así, supongo. No te deja opción y te controla hasta que duele.

Un muáh :]

minino dijo...

el amor y el desamor... pero sobre todo el amor no correspondido... son la energía que mueve el mundo de los sueños...